Recientemente tuve el placer de participar en los simposios científicos organizados en el Parque Zoológico y Botánico de Branféré, un lugar único en su género, ya que es el único parque francés propiedad de una fundación reconocida de utilidad pública, que fue legado a la Fundación de Francia a finales de la década de 1980.
Este evento, organizado en torno a dos momentos destacados, reunió a investigadores, científicos, ONG y actores comprometidos con la biodiversidad. Durante estos encuentros, debatimos largamente sobre un tema tan esencial como preocupante: el cuestionamiento, cada vez más frecuente, de la realidad del colapso de la biodiversidad.
Si los escépticos del cambio climático son bien conocidos, ahora también debemos lidiar con los «biodivoscepticos», los «declinoscepticos» y otros relativistas que minimizan o cuestionan los datos científicos ya establecidos.
Sin embargo, los hechos son indiscutibles: según la UICN, el 41 % de los anfibios, el 27 % de los mamíferos y el 12 % de las aves estudiadas en todo el mundo se encuentran actualmente en peligro. Estas cifras no son una opinión, sino el resultado de un análisis riguroso.
Por eso necesitamos más que nunca referencias científicas sólidas. Debemos mantener a toda costa las listas rojas para identificar las especies en peligro, seguir definiendo normas claras para proteger eficazmente las áreas naturales y basarnos en datos precisos para orientar las decisiones políticas y las acciones sobre el terreno.
Porque sin conocimiento no puede haber acción eficaz, y ante la urgencia, no hay lugar para la duda.
Los comentarios están cerrados.