Con motivo de las COP de Clima y Ramsar en Egipto y Suiza, es urgente dar un nuevo impulso a la protección de los humedales como verdaderas soluciones basadas en la naturaleza para el cambio climático y la erosión de la biodiversidad.
El Rin, el Loira, el Po, pero también el Yangtze y el Paraná… tantos ríos antes poderosos que este verano no eran más que fantasmas, deslizándose por un lecho de sedimentos agrietados por el sol. Al mismo tiempo, se acumulan los informes sobre el acelerado colapso de la biodiversidad, el tejido vivo del planeta.
En este contexto de tensiones sin precedentes se celebran en pocas semanas una serie de eventos internacionales dedicados a la naturaleza y el clima: las Conferencias de las Partes (COP) de los tratados intergubernamentales sobre humedales, clima, comercio de especies y biodiversidad.
Es urgente aceptar lo evidente, reconsiderar nuestra relación con el agua y con los seres vivos, cambiar nuestros comportamientos que afectan profundamente al gran ciclo del agua. Ante unas necesidades crecientes y una disponibilidad de agua cada vez más imprevisible e ingobernable, debemos reinventar su uso y reparto, dejando su parte justa a la naturaleza.
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